domingo, 11 de febrero de 2007

Sentir

Aquella mujer me tomo de la mano, con esa sensación de ir mojado por el mundo. Lentamente me llevó arriba, tomó mis muñecas y las apretó contra sus senos, yo estaba que explotaba. Sentía el sexo ardiendo bajo el vientre que rozaba con su muslo. Mis manos eran torpes a su piel y bruscamente fui encontrando sus líneas más suaves, deslizando solo mis dedos por donde las sombras repasan el sudor, sentía los dedos en complicidad con un cuerpo. Su boca que era un mar sedado y tenue, jugando con mi lengua, jalando levemente mis labios. Su mano que se desliza entre el pantalón. La ropa que sientes irse porque no hay nada más incomodo que ir vestido. Entonces yo boca arriba, sus ojos claros frente a los míos, las manos por el cuello, empiezas a nadar en ese líquido tibio, una parte de ti entra y sale del agua cálida que de alguna manera te regresa a tu estado de instinto. Las mordidas, la lengua, los gemidos, todo es sentir que hundes en otro cuerpo, que te tienen y tienes. Posesión de verdad, asido a la piel con los labios, con el sexo, con la mirada. De pronto todo es velocidad y vértigo, ella salta y mis manos aprietan fuerte sus senos. El estremecimiento de pies a cabeza y en ascenso explotar, vuelas, oprimes, gritas y regresas, para hundirte en tu propia piel, con un cuerpo que tendrás impregnado por siempre.

Saborear

Cada sábado en la noche nos juntábamos a cenar unos amigos cercanos. Dos parejas o tres. Hacíamos pasta y baguetes, tomábamos vino, fumábamos marihuana y sonreíamos que todo supiera tan delicioso, tanto que un día quisimos más, descubrimos en la lengua el poder de algún tipo de felicidad. Fue entonces, creo, que probé a ella, que no era mía, y él también probó el sabor de mi amante. Sabía exactamente igual, no en especie sino en esencia, a un pan robado. Y probamos después lo que no sabe, dulces que no saben en la lengua sino en el cuerpo, extasiados de sustancias todo sabía inmensamente mejor, la pasta, el pan, el vino, el humo, el pecado, el suelo. Cuando nos levantamos corría nuestra estirpe por las encías, nos veíamos con odio, causado por el sabor metálico que produce la sangre en la boca.

Oler

El copal, viernes de lluvia y miedo y todo dispuesto a la limpia. En cuanto entras sabes que ese aire es otro, energético y agresivo, un latido al borde, un suspiro atragantado. Las ramas sobre tu cuerpo que al respirar llenan de vértigo los pulmones, la señora que suda e impregna el aire. Un cigarro de marihuana y el humo en la cara, mientras el huevo pasa de prisa por tu cuerpo, te sientes como en la milpa antes de sembrar, vacío y lleno de olores. Sales y el viento puro de la llovizna renueva el aire que dejaste contigo, ahí adentro.

Oír

El llanto de niño es la primera vez, si es que lloras, que te escuchan. El doctor dijo a mi madre, su hijo esta sano, mi madre escuchaba atenta los latidos de mi corazón contra su pecho. Mi respiración pura y alejada de tanta mierda que después oiría. Escuchamos juntos las risas y las glorias por un nuevo ser, recomendaciones, saludos despedidas, una y otra vez despedidas y saludos hasta que en un momento cualquiera, nos dejamos de escuchar, como todo el mundo alguna vez, nos dedicamos a oír.

El claxon de los autos, un grito de te amo, unas ganas inmensas de poder quedarte sordo a complacencia, un te odio, un choque, gritos, insultos, niñerías, mentiras, el roce de la piel en las sábanas, los gemidos de amor a media noche, los llantos, las mentiras, las verdades, mi padre yéndose sin irse, el eco del llanto en la garganta que no abre, las mentiras, una verdad que compensa la vida. Un ruido sin pies ni cabeza que traes metido en tus recuerdos oníricos, el alma que regresa a tierra, a espacio, volteas cuando dicen tu nombre.

Ver

Hay un libro que fue primero y una mirada que no se borra de los recuerdos. Esas letras del principio evocan al ser un tono de colectividad. Observé a la gente leyendo un libro sagrado, creyendo en mártires. Hay un libro que fue primero y una mirada que no se borra de los recuerdos. Esas letras del principio evocan al ser un tono de colectividad. Observé a la gente leyendo un libro sagrado, creyendo en mártires y Dios, con mayúsculas e incorrompible. Ellos vieron a la divinidad o lo que les dijeran que mirasen, y entonces lo desconocido es sentencia, eternidad separada en dicotomías, cargada de prejuicios, de valores, de historias inicíaticas que ahora son regla. Veo la luz del foco, mi padre ve el reflejo de la luz del foco en mis pupilas. Mi amante no sabe que ver; el anochecer, mi mirada perdida hundida en alcohol, la verdad frente a sus ojos.

¿Ves estas letras?, como has visto tantas y hecho tantas y sentido esa gloria del reconocimiento que da algún tipo de fama y estatus. Ves las letras y las noticias y preguntas a todo aquello que nunca podrías ver ¿Soy acaso la imagen extraída de un montón de miradas? Y cierras tus ojos para poder empezar de nuevo.

Amor y deseo

Cuando tomo horchata pienso en ti..

En el silencio de los cuerpos
quisiera poseerte,
entre sueños, con la mirada,
mojarte poco a poco con la idea
y a pesar de mi pasado,
a pesar del pudor,
del miedo,
del escarnio,
de las gramáticas incluso,
lloverte toda.

Quiero lloverte y deslizar mis gotas en tu dulce piel
revolverme entre tu olor y tu ritmo,
viajar dejándome en el camino
hasta lo más intimo de tus aberturas,
de tus hendiduras,
en esa cadencia que sólo tu puedes enseñarme.

Tuyo, oírte gemir de gusto y bienvenida
quiero mojar el agua que te moja,
yo mismo,
mójame yo mismo
y deja que te moje, para descubrir tus humedades.

Entonces, en el torbellino del éxtasis,
ahí,
cálido y seguro
evaporarme… y penetrarte,
como la brisa entre tus labios.



¿Acaso no es eso algo del amor?, si lo piensas tal vez lo sea menos, porque de principio sabes que no involucra pensamientos, es deseo, placer, pasión, comprensión, lo peor de uno mismo develado ante alguien, unión de bien y mal sin importar futuro (tú sabes), terminar queriendo quedarse solos en este mundo, como lo dijo algún poeta, suspirar y estrujar las sábanas por aquel cuerpo que esta lejos, dolor, suspiro. Los enamorados son ángeles desertores del cielo, buscan eternamente ese paraíso donde todo será de ellos, no necesitan a nadie.


Amar, amar, amar… abrazar con fuerzas locas a quien amanece cada día contigo, ser o querer ser siempre de ella, de él, entregarlo todo sin pensar en quien son, mandar al mundo por la ventana y reírse a carcajadas de lo que le pase, empezar con cada te amo a enamorar y a enamorarse, sentir ese limbo dulce que da la satisfacción, es sentirnos enormes cuando caminamos por la calle de la mano. Es verbo y sujeto, es todo lo humanamente carnal y lo humanamente divino.

“El peso del mundo es amor…
No hay sosiego sin amor,
no se duerme sin sueños de amor,
sea frío o demencial,
obsesionado con ángeles o máquinas,
el deseo final es el amor…

…hay que darlo
en soledad
con toda la excelencia
de su exceso”
Allen Ginsberg



Y es que nadie puede negarlo, es la llave que tenemos hacia la felicidad, el recuento del amor es la única utopía realizada. ¿Y qué el amor no es también desamor? Hoy no, por amor a las eternas fechas, hoy no. Mejor una flor, un verso, un beso sin límites, una caricia dulce, dulce. Me queda desearles miles de suspiros y un alma entregada. Sean siempre apasionados y aléjense de lo que vaya contra el amor. Para los que lo tienen entréguense sin miedo ni prejuicios, quédense solos, solos, un instante, profundamente solos, para ustedes. Quienes no lo tienen sólo no le teman, cada corazón tiene en algún lugar un dueño esperando lo mismo. Mientras, sigo siendo sólo y de sombra, confiando en el corazón y esperando amor de mar… un dulce vaivén de olas, de ritmos, sigo esperando como los enamorados del mundo.

Manifiesto de sensibilidad (o algo así)

La vida es una cárcel con las puertas abiertas
Andrés Calamaro


No siempre puedes estar tan cansado, cuando la luna trasluce en las cortinas y sientes que el peso se recuesta contigo, pero no el peso físico del cansancio, si no el peso de la inútil vida. Es ahí, siempre ahí, cuando estallan los recuerdos más tristes, de nada servirá entonces la auto recriminación, la culpa es sólo parte de la materia, un palpitar confuso que se apelmaza en el pecho. Respirar cuesta tanto trabajo que estrujas con las uñas la colcha que ha aguardo pieles y sudores, la ventana se va comiendo la visión de las pupilas, hinchadas de no conocer, de no saber, mientras intentas asirte a un mundo que tal vez, no es más que inocua alucinación de variedades, siempre vendibles, traspasables, olvidables.

Te puedes sentar al borde de la cama y escribir cien versos que desgarren un alma, o bajar por agua para minorizar la carga. Pero todo es inútil pues sabes que aunque el sentimiento se desvanezca el mundo que te conoce seguirá ahí sin conocerte. Entonces no se sabe casi nada y el saber es utilizado para alimentar a esa vieja consumible que llamamos civilización. Un taxi pasa, la sirena de una patrulla que ha de ser régimen a veces, verdugo otras, o poder vacío de sabiduría, para almas atormentadas de nunca poder decidir. Los uniformados bajan, han visto alguien que no quiere ser él mismo y que en su cuerpo almacena un litro de alcohol, y sin preguntar lo azotan contra la pared. Lo despojan de todo aquello que les ha sido quitado primero, se ensañan como lo han hecho con sus hijos o con sus madres y estos con ellos, tal vez golpean o solo asustan, pero de todos modos es sabido que entre hombres la ley se vomita con licenciaturas en mano, se utiliza con arma y poder, se rompe cuando se está arto de las mismas reaccione, siempre así, como sobre cuerpos sin alma, sin miradas, sin verdad; la ley cae sobre nosotros como la mierda de una vaca cae sobre un hormiguero. Algunos la han de guardar para su beneficio, otros quedaran inertes por su peso, otros disfrutaran los regalos que les ofrece aquel olor podrido que sobrelleva el mismo olor del hombre. Pero es que en realidad no importa, ya lo dijo Octavio Paz, “En un mundo de hechos la muerte es un hecho más”.

Esto no asusta a la gente que alguna vez cree en Dios, que ha visto el mundo, pero la ventana es un aquí que te resguarda de los prostíbulos donde se vende su imagen, que son esos tantos templos, catedrales, conventos, donde te confieren el peso total de la verdad. Y Dios tal vez ni se entera que lo venden, y si se entera entonces él, que es todas las cosas, se acomide a ser vendible, abyecto o inocente niño que juega en este mundo donde se cambian billetes por redención, devoción por venganza, fe por culpa. Pero resulta que el infierno es otro y sólo lo pueden ver los acostumbrados al mundo; se aloja entre la sábana y el pecho, en un abismo tan profundo que ni los más valientes han dejado de visitarlo en noches de sinsentido, vulgar y decadente sinsentido.

El amor es para todos, la confianza es para la pequeña minoría. ¿Qué más se hace cuando la vida esta resuelta, la mesa puesta, el auto afuera? Tener confianza es por lo regular un síntoma de estabilidad económica, social, laboral, familiar, amorosa; y si volteamos un poco para un lado nos damos cuenta que millones trabajan para una renta de una casa de dos piezas, cazando el salario, el trabajo, como hemos aprehendido por décadas, nos hemos hecho fuertes estoicos. Redundante pero cada vez en mayor grado.

La tortilla sube de precio, la familia nuclear es raro encontrarla en pie y aún así abundan comerciales dónde todo mundo es feliz y tiene la estética propia de un estereotipo ya caduco. Leer no ha sido hábito de este pueblo, es moda, rareza, señal de burguesía, todo menos hábito de conciencia. No esperen buenos dirigentes de personas que sólo leen las revistas donde salen sus caras, que no leen poesía. Desconfíen del poder transparente porque ni siquiera se necesitaría saberlo todo, sino voltear a ver tu refri, tu mesa, tus hijos, tu conocimiento y poder confiar. Hay que volver a creer en el hombre que saluda con la mano, en la verdad que se basa en cómo laten los corazones cuando se dicen a los ojos, en el amor sin prejuicios de sexualidad, de tiempo o de espacio, regresar a las narraciones orales, acercarse a la poesía, pensarlo muy bien antes de apuntar con el dedo y decir ella es…él es… dejar de querer definirlo todo con sólo el conocimiento que te da la caja estúpida de colores, que no pretende informar, sino vender y distraer. ¡Basta de MTV o clichés baratos de Adal Ramones! ¡Basta de creer todo lo que dicen las noticias! De querer ser lo correctamente moral, lo correctamente cristiano. Duden de todo lo que se diga, después de eso crean lo correcto, lo que atienda a la calma y la sonrisa, lo que deje huella con suspiro, lágrima del corazón o conocimiento útil. Crean en el ocio como actividad cotidiana, en ello no hay pérdidas de tiempo sólo pérdidas de estrés. Suspiren, respiren, no dejen de arriesgarse, no se acostumbren a este mundo de solitarios vendibles, de colores refulgentes que amenazan al alma.

Pero quién soy yo para decir esto… yo que no soy nadie más que otro, que ni siquiera creo que haya más o menos, que le gustaría que todos los hombres asintieran el mundo, cada quien sus feelings, cada quién sus dioses, cada quien sus gustos, que no vendieran sentimientos, que no compraran integridades. ¡A últimas! Que sea como sea, porque de otra manera sería de otro modo y el otro modo nunca sabe hacia dónde lleva. Mientras, podemos estar seguros de que este camino terminará por ponernos a pelear, por el espacio, por sobrevivir o por no matar. No sé exactamente qué se hace para sensibilizar pero creo que se debe comenzar en la cocina, del pensamiento, de la casa y de la especie. Ojalá alguien se sume al barco…

PARA MAÑANA

Viejo final de partida perdida,
acabar de perder.
Samuel Beckett


También hoy he roto con los dientes los duros mecates que oprimían mis muñecas, y también hoy han quedado a ras de suelo amarrados a la pata de la cama. Levanto mi cuerpo con la misma parsimonia de un sacristán en plegaria, la misma de ayer. Desayuno los mismos huevos duros con esta sal que sala menos, el mismo pan mojado; ropa, la que sea. Da lo mismo presentarse al mundo en fachas que de gala si siempre se busca el final.
La aventura del día son los panes de Don Beto. Abro la puerta y contemplo el cielo… ese algo que se expande sobre mi cabeza y la de todos, como reafirmándonos la poca cosa que no creemos ser, que siempre estará él arriba y nosotros abajo, siempre con la misma jerarquía.
Camino hacia los panes mirando el pavimento, solo para no perderme algún centavo tirado. Tengo la costumbre de levantar un poco la mano derecha para rozar con mis yemas el concreto del poste eléctrico que está en mi calle. Mi calle, mi mano, mi casa.
¿Qué desgraciado me habrá dicho, esta es tu casa, en tu calle, con tu poste...
y mis yemas hoy también lo saludan.
Mi pequeño hijo, moreno, enjuto, con ojos de ternura perdida, ha salido corriendo como siempre de la esquina, se ha plantado piecitos juntos y mirando hacia arriba ha dicho, Yo no voy a nacer, respondo Bueno, y parte trotando para ser tragado por el costado de la calle, las palabras tienen un eco que se hace bola en la garganta.
Todos los peces intentan nadar más alto, pero la tierra nos jala, así que se conforman, nos conformamos con creer ser libres de espíritu y abrazarnos a la idea más pura alojada en el recoveco último de la masa encefálica, pero como todo, cada quien tiene la suya.
En la tienda de Don Beto también esta vez los panes están duros, y los huevos con embriones. Solo algunos se salvan de la procreación pendiente, así que cojo dos y los pongo a contraluz del foco, veo, me detengo ante los hechos, la vida no es nada más que un pico con sangre enjaulado en una óvalo, a veces es de cascarón, otras de tierra y mar.
Pero llegará mañana.
Mañana. Bonita palabra cuando el mundo de hechos se remite a los acontecidos hoy, porque después de acostarme este día y sentir de nuevo las amarras deslizarse por mis muñecas, ásperas contra mi piel sin curtir, las romperé mañana de nuevo con los dientes, comeré los huevos duros que hoy compré, remojaré en agua el pan hasta que se pueda engullir, saldré por el bastimento de pasado mañana, rozaré el poste con mis yemas y también pensaré, mi calle, mi casa, mi poste, mis yemas, ¿pero que pasa?, mi hijo nunca se ha comportado así, por lo menos desde que no nace.
No vendrá a mí ni correrá, ni se plantará pies juntos, tampoco me dirá Yo no voy a nacer, sólo seguirá de largo acariciando su tececita morena con los vellos de mi brazo y no se detendrá sino hasta llegar al poste.
Mi pequeño hijo, moreno, enjuto, con ojos resplandeciendo de nada, gritará a lo más alto de aquel fuste eléctrico, Te voy a llevar, abrirá sus bracitos y lo abrazará, lo jalará, lágrimas saldrán de sus ojos y de su pequeño cuerpo de metro diez centímetros, y seguirá tirando de él hasta arrancarlo.
Pero antes de arrancarlo llegará mañana. Con todo y las cuerdas rotas a ras de suelo, huevos duros, pan remojado en agua, yemas al poste, hijo que pasa de largo y abraza un pilar, que tiene en la punta cables de acero inoxidable, que por cierto sirven para una mierda, pegado a esta jaula de agua y tierra de la que embriones peces, humanos nos llaman algunos, no podemos, nunca podremos ni podríamos escapar… Llegó mañana.
Parado, inmóvil, viendo aquella figurita tratar de llevarse lo que no es suyo, se lo digo.
- ¿Por qué no es mío? - me responde con todo su ceño fruncido.
- ¿Cómo tienes la certeza de que es tuyo?
- Yo lo vi primero, eso vale mucho más a que esté en tu calle, que ni siquiera es tuya.
- Dices puras tonterías niño.
- … … … ¡yo lo vi primero!
- ¡Y eso qué!
- Tu siempre has dicho...
- Yo no te he dicho nada.
- ¡Es igual!, tu siempre has pensado que te amarras a una idea, la más pura de tu cabezota torpe, te abrazas a la idea del amor o la libertad o a tu pan duro que te jambas con agua, te amarras a la idea y la vuelves tu camino. Este poste es mi camino.
- Cómo puedes decir que... que... ¡Que este maldito trozo de concreto es tu camino!
- Pues es lo más cercano a ti tontote, cada día levantas tu mano y extiendes tus dedos con la esperanza de rozarlo; lo único que haces a placer. Es mi derecho tenerlo, como es el tuyo que yo no nazca.
- ¡Pero tu siempre corres para decírmelo! - y se lo dije con ese rencor guardado por años de soledad
- Para reprochártelo. Idiota.
-… arráncalo pues.
- Pues déjame de hablar.
La figurilla aquella vuelve a sus fuerzas, a sus lágrimas y a sus leves gemidos por el dolor causado por el esfuerzo. Parece que esto va para largo. Mejor me siento.
El cielo sigue sobre nosotros.
Nada ha cambiado.
Todavía.
Dulce sueño de rosas silvestres, con pasto verde que acaricia la planta de los pies para recordarnos las hormigas. Que bueno que en este sueño las hormigas no muerden.
Dulce sueño con mi amor, se llama Manantial, seguro es la madre de aquella cosita necia. Morena, delgada, con pechos que caben uno en cada mano, dos en cada noche, sonrisa de oreja a oreja bajo unos ojos grandes que lucen perversión felina.
Manantial corre sobre los prados verdes, entre las rosas azules, moradas, amarillas de sol. Mientras Ella salta desnuda al pequeño lago, como un ángel que le han cortado las alas pero no olvidó como volar, voy imaginando cómo se colará el agua por todas las aberturas de su cuerpo, jugando sus formas en el vaivén casi imperceptible del estero, como las noches de mi lengua y su cuerpo, como el barro con el que jugábamos a crear; extraña mezcla: agua y Manantial, el comienzo de un suceso está dentro de sí mismo.
Mera imaginación dentro de un sueño fantástico, porque cuando Manantial cae al agua, no se oye cómo se forma un hueco en aquella cosa transparente, sino el craaaaaack más estrepitoso que haya oído nunca, incluso el alma protesta por aquel ruido tan inhumano y de golpe levanta mis párpados.
Un niño de enjutas carnes morenas, empapadas de sudor, con lágrimas en los párpados, en los poros, lanzando pequeños gemidos como los del estreñimiento, lleva un poste de cinco metros a la espalda, calle arriba.
Allá va el final.
Mi final.
Y no me lo puedo perder.
Empiezo a seguir a mi hijo prenatal por su difícil travesía calle arriba. Carajo, cómo puede aguantar las piedrecillas que se le encajan en los pies, diminutas pero incisivas.
Y así, con todo y piedras y poste, caminamos hasta las faldas de aquel monte que no tenía nombre, ni pasto, ni... solo un letrero muy viejo sobre nosotros. Es la primera vez que lo veo, FELIZ VIAJE, decía. Conforme me voy acercando empiezo a. advertir otras pequeñas letras,

Esta usted saliendo de Aquí,
recuerde que Allá no es mejor que Aquí,
recuerde que Usted es de Aquí,
FELIZ VIAJE
- Un letrero así desanima a uno a cargar con este poste.
- Pues déjalo.
- Solo un poquito más, hasta la cima, ¿Me puedes decir cuando lleguemos a la cima?.
A diez pasos de aquella criaturita me hubiera gustado poder ayudarlo, pero el Karma solo es de uno. Veinte metros para la cúspide, un chorrito de sangre va pintando un costado la camiseta de mi hijo. Solo faltan los soldados, los judíos que le escupan a la cara exigiéndole que lo salve su padre todopoderoso, pero nunca llegaron y su padre tampoco lo hubiera salvado esta vez.
Ya estuviéramos, estamos, estaríamos a diez metros, cuando de repente el niño dejó caer de golpe dos toneladas de concreto para ir a ver a un pájaro tirado con las alas rotas, estuvo hincado largo rato con su camiseta manchada de sangre, mojando al ave con sudor que le escurría por la nariz, pequeñas gotas, mas en un momento previsto por los dos, tomó una piedra del tamaño de un melón y la estrelló contra la cabeza de aquella ave. Su pulgar derecho quedó manchado de rojo hasta el final.
Sólo pude pensar sangre de mi sangre.
La criatura volvió a su trabajo, con una mano alzó el poste hasta la altura del cuello y con la otra la colocó sobre su hombro.
Llegamos.
Me senté después de decirle dónde era la cima e imaginé mi casa... cómo lloraba cal.
- ¿Cómo sabes que esta es la cima? - preguntó con los ojos entrecerrados, dudando.
- Es el punto más alto.
- ¿ A ojo?
- No, a corazón.
- No entiendo.
Un silencio interminable nos abandonó al exilio, pero solo por medio minuto.

- Es hora- no importa quién lo haya dicho.
- Sí, y después el final- tampoco importa.
El poste quedó colocado exactamente en la cima, calculado con el corazón y detenido por el cielo. Tres pedazos de cable bailaban con el viento.
El niño escaló como pudo y sin ayuda hasta lo más alto de aquel pilar, dejó que dos cables se le enrollaran en sus bracitos poco a poco hasta llegar a los hombros. Y se dejó caer. Un trozo seguía bailando.
Que acabe de una vez.
Y tiré la primera piedra, un leve chorro de sangre corría por la frente de mi hijo primogénito, más especial porque no era el primero y sí el último. Y otra y otra y otra y otra y así hasta que no se distinguían sus gestos por aquella sangre que insistía en cubrirle la cara. ¡Que estoicismo de aquel pequeño!, sus gemidos eran igual a los que prorrumpía cuando llevaba la carga.
Y el cielo seguía sobre nosotros y los embriones en su huevo y yo parado frente a un niño colgado a un poste, chorreando sangre, sangre de mi sangre, muriendo. Pero no solo... al tiempo, Manantial triste como los ángeles, se ahogaba en su propia creación y yo también en la mía.
Llegó el final, el principio, mañana.
Ahora, en el vientre de otra madre me gustaría poderle susurrar dulce, muy dulce al oído, Yo no voy a nacer.

VIEJA CANCIÓN DE CUNA


- Yo voy a cavar mi hoyo.
- ¿Por qué?
- Porque es lo único que sé hacer.
El viejo clavó de nuevo la pala y un leve temblor de tierra hizo sacudir el ánimo de Pedro; pero su cuerpo quedó pegado, inamovible. Un niño con sus ojos tristes y pelones los veía temblando y con el corazón al borde, tras un manzano. Por cierto era precioso, el manzano.
Pedro seguía mirando aquel viejo con toda la extrañeza que uno puede ocupar para con alguien, sobre todo para con alguien que dice tener ciento noventa y cinco años, que dice morir mañana y más aun que cava el hoyo donde va a ser enterrado; es comprensible, difícil digerir tan tamaño cuento a un sepulturero que vive de historias irreales. Un día contó que Doña Josefa Ortiz le cambió un pañal con cuatro kilos de caca el día antes de ir con el chisme al Tata Hidalgo, que cuando se lo contó al Tata dijo, quien puede cagar tanto no debe ser esclavo, y doña Josefa agregó, debe vivir para tapar los caños de los virreyes. Y según él por eso a vivido tanto, para tapar los caños de los ricos del gobierno. De veras nos es difícil de creer, excepto para el niño. Pero por ahora el importante es Pedro.
- ¿Y como te vas a morir?
- Todavía no lo sé
- ¡Carajo Joaquín, en este mugre pueblo se muere alguien cada uuuuffffff, siempre lo enterramos nosotros!, ¿Qué quieres que les diga a los chismosos, que te mueres mañana y por eso hay otro hoyo? ¡Me van a tirar a loco!
-¿Y ahora yo tengo la culpa de morir?
-Pues si…- Joaquín lo vio de soslayo- no bueno pues no pero… ¡Me recarga la chingada contigo!.
Pedro dio la vuelta y dio fuertes pasos, fuertes y rápidos pasos que auguraban pleito, quien sabe con quién porque con Pedro nunca se sabía. Entró a la cantina.
UNA VICTORIA…………… OTRA……………………… UNA INDIO....................... ………………….………………¿TIENES CAÑARDI? ................................................... ………………………………………………………………………………SALUD……………………..................................................................................................................... ……………………………………………………………………………………………………………………………………………, y durante todos los puntitos siguió tomando: …………………………………………………………………………………………………………………………………………
……………………………………………………………………………………………………………………………………………
……………………………………………………………………………………………………………………………………………
……………………………………………………………………………………………………………………………………………
……………………………………………………………………………………………………………………………………………
……………………………………………………………………………………………………………………………………………
…………………………………………..

El niño se llamaba Raúl, pero el condenado chamaco no importara en esta historia si esa mañana, entre la leche y el bolillo, no le hubiera dicho a su mamá, yo también me quiero morir con Don Joaquín má. Su madre se atragantó con el café.
El viento sonaba a una vieja canción de cuna, entre los viejos árboles del cementerio viejo, con muertos viejos, en este nuevo mundo, donde un niñito escondido tras un manzano sostenía entre sus piernas una pala, mirando al viejo como miró un día los títeres, el día que sintió que algo andaba mal: la fantasía era más dulce que la realidad.
El títere más grande se llamaba Richo, y el pequeño Pundis. Richo le propuso al pequeño que fueran a cortar ciruelas al campo, pero Pundis tenía miedo. Como Raúl había llegado tarde se perdió la parte donde su madre títere les dijo que un cocodrilo títere habitaba en el campo, que comía niños y que siempre tenía hambre. El caso es que aun así van a cortar ciruelas, como es lógico se encuentran al cocodrilo, obvio que lo burlan, que se roban las ciruelas y que se las tragan.
Raúl estaba tan aburrido que decidió pararse antes del … y vivieron felices para siempre. Pero en eso un titiritero con máscara blanca y greña de jipioso se levanta de golpe y dice:
A Pundis le dio chorro y Richo murió atragantado con una semilla,
su madre va a terapia todos los jueves.
Raúl no fue el único que rió, pero si el único que se dobló a carcajadas y que se estuvo riendo varios días en incontables ocasiones. A los titiriteros no los dejaron volver a presentarse.
Ese día Raúl entendió que él era más feliz en el mundo imaginario que en el real, y si eso era una ley (como el mismo Raúl creía) quisiera él también poder vivir en ese mundo.
La mañana de hoy, entre la leche y el bolillo (como ya les dije) el pequeño fantástico le dijo a su mama:
- Yo también me quiero morir con Don Joaquín má.
Y su madre se atragantó con el café (como también les dije).
-Como puedes decir eso chamaco?, te vasir-a confesar el domingo, María Purísima perdona ha este escuincle, no sabe lo que…
- He visto todo lo que tenía que ver.
- ¡Pinche chamaco! tienes once años y debes ser doctor, para curar enfermos y ganar mucho dinero, si sigues diciendo tonterías te rompo el hocico y vas a ver cuando regrese tu pa…
¡eeel gaaas!
Cuando su madre regresó de pedir un tanque de treinta encontró la silla vacía, un vaso manchado de leche y una palita blanca hecha con migajón.
El viejo Joaquín empezó a cavar desde la madrugada, como a eso de las tres. Esa noche Raúl no podía dormir, y se asomó a la calle como esperando algo, algo, algo, cualquier cosa, ándale, le decía al cielo, una navezota que reparta rayos, que rompa la iglesia, que mate a la maestra, ándale, sé que tu puedes. ándale, ya aunque sea una navecita , cuando regresó la mirada a la nada, en uno de sus extremos encontró una silueta, por más peculiar, ese debe ser joaquínpasosdetortuga, ¿qué andará haciendo?. Su curiosidad no dio para más y corrió hacia el cementerio. Así fue como pudo presenciar el primer palazo que desencadenaría la catarsis: Joaquín enterró duro la pala en la tierra, la empujó con el pié y soltó el suspiro mas tierno que un dinosaurio pueda espirar.
Durante la juerga matutina Pedro mandó a tres señores a la chingada, a la que vendía cacahuates le dijo: ¿quiere saber para quien es el hoyo?, pues es para la maldita chismosa de los cacahuates, al cantinero le tiró un puñetazo que lo hizo azotar en el suelo, a Pedro claro está, y cuando se levantó recibió tres patadas en el rabo que lo expulsaron del tugurio, en medio de la rechifla un cacahuate le pegó en el ojo. Tambaleándose se dirigió de nuevo al panteón y como lo esperaba encontró al viejo metido en un hoyo del que volaba tierra. Pero lo sorprendente fue ver al niño de Doña Cleo, metido en otro hoyo, con otra pala, bañado en otro sudor pero con el mismo semblante de trastorno. Si Pedro supiera quién fue Salvador Dalí hubiera jurado que su mirada era igual que esas dos, aunque solo las percibiera con el sentimiento porque aquel borrachito de veinticinco años apenas podía fijar la mirada en un punto y su ojo izquierdo tenía pequeñas partículas de sal.
- Vas a ver cuando se entere tu mamá escuincle cabrón.
- Has lo que quieras.
- Te voy a dar una tunda por irrespetuoso―Pedro tardó medio minuto en articular esta frase y de tanto tallarse la cara Raúl pensó que ya se había cansado de ser feo.
- Aunque te talles tanto la jeta no se te va a caer ¡Pedrocaradeperro!.
Pedro se encabronó muchísimo, así que encabronadamente corrió con su mano alzada hacia el chamaco, peló los ojos con su acumulado encabronamiento de la cantina, lanzó encabronadamente un gritó encabronadísimo y cayó encabronado de hocico por no fijarse que la tierra estaba floja alrededor de los hoyos. Cuando se estaba incorporando un sólido palazo en la nuca lo regresó a tierra. El niño y el viejo se quedaron viendo con la mueca más irreconocible del mundo, era como, como, como… como cuando dos amigos le ven los calzones a una joven, luego se quedan mirando a los ojos por un rato, sin complicidad.
Un chorrito de sangre corría por una grieta.
- Cuéntame de la vez que le bajaste la vieja a Pancho Villa.
- Estoy cansado.
- Nunca debes estar cansado para contar una historia.
- ¿Y si lo estas?.
- Pues cuéntaselo a quien más confianza le tengas ―Raúl río de nuevo, como en los títeres- ¿por que no ríes Joaquín?
- Dicen que la risa es vida, y yo busco lo contrario.
- ¡Que malote eres! ― el niño rió de nuevo.
Palada tras palada fueron entendiéndose el uno al otro, sus venas saltaban casi al mismo tiempo y su corazón latía, extrañamente, más despacio a cada esfuerzo. Casi se querían.
- ¿Por que no has acabado Joaquín?.
- Voy lento.
- Me acuerdo que cuando murió doña Cándida cavaste su hoyo en tres horas, te gustaba ¿verdad?.
- … no era fea―una risita de las que salen por la nariz le salió al viejo.
- Por eso, te gustaba.
- Que te importa.
- Es que me gustaría hablar un poco antes de morir.
- Pus habla con tu mamá, al fin que nos vamos mañana.
- No Joaquín, que sea de una vez.
- Entonces tu muérete cuando quieras.
- Ajá, pero mi única duda es quien va a tapar al otro, porque supongamos que yo me muero primero: me aviento al hoyo, cierro fuerte los ojos y me echas la tierra ¿pero a ti quien te la echa?
- ¿Piensas enterrarte vivo?
- ¿Qué esa no es la onda?
- Pues si quieres.
- ¿Tenías pensado algo más aca?.
- No he pensado en eso todavía.
- ¿Pero entonces cual es tu plan? Porque debes tener uno
- Improvisar chamaco, improvisar.
- ¿Seguirá vivo el caradeperro? - Raúl dejó la pala y salió del hoyo, en cuclillas observaba aquel cuerpo tirado que hedía a alcohol y a sangre fresca.
La tierra volaba por encima del viejo. Una criaturita detenía con su zapato derecho un pequeño caudal de sangre que bajaba imperturbablemente. Un hombre dormido en tierra dejaba escapar sus sueños, más rojos que las manzanas que nunca tuvo el árbol a sus espaldas.
La canción de cuna había cesado.
Y de pronto, sin ningún presagio, ni letanías, ni lágrimas dulces de despedida, ni cielo oscuro; ningún pájaro negro que truncara las esperanzas; acabaron. No al mismo tiempo, pero por poco.
- Vamos a dormir
- Ajá, ¿pero que hacemos con éste?.
Joaquín se quedó mirando el cuerpo por un rato para luego, sin ninguna variación en su áspera voz, decir mientras se encaminaba a su casa, que se cabe su propio hoyo, y ningún niño le advirtió que ya estaba muerto, que nunca más podría cavar un hoyo y mucho menos el propio, pero aunque sí le hubieran dicho el viejo no hubiera reparado.
La noche llegó como llega un autobús, esperado desde temprano para que no se te pase. Dos suspiros de alivio cuando la negrura terminó de estacionarse en su andén. Ya. Es hora de subir, mañana será un gran día. Y se durmieron; dulce y sencillamente se durmieron; uno más caliente que otro, porque siempre tiene consecuencias irse de pinta para cavar un hoyo.
No era la primera vez que el gallo no cantaba, pero sí la primera que la ausencia de su de su canto era ocupado por la bulla de los chismosos. Tampoco era la primera vez que había un muerto, mucho menos en el panteón, pero sí la primera en que todos lo querían ver, oler, chillar y perdonarle todos los desmanes que se pueden ocasionar en un pueblo polvosamente triste, con pocos seres y sin vida.
Cuando Raúl llego al panteón a Joaquín ya le estaban arriando, y por supuesto no entendía porqué. Como llegó tarde se perdió la parte donde uno de los chismosos dijo que estaba cavando un hoyo, DOS HOYOS, dijo otro, EL OTRO ERA PARA EL CHAMACO DE DOÑA CLEO, se escuchó un eeeeeh invertido, tragando el aire, ¡ESTÁ LOCO!, dijo otro, y también dijo otra cosa pero no me acuerdo, el caso es que alguien le lanzó una piedra, otro le lanzo otra piedra y otro… tampoco me acuerdo, bueno, el caso es que otro le atino con un palo, uno con el pie, alguno con otra piedra y alguna con su escoba, y otro con la pala; llegó Raúl... y le escupió a algún chismoso, entonces una madre lo jaló pero se zafó, tiró una piedra a la cabeza de la cacahuatera, otra para el cantinero y otras más que no me acuerdo para quienes eran.
Lo más vistoso del día: Raúl corrió chillando y dio un abrazo fuerte repegando los cachetes en la espalda de un viejo que estaba tirado, medio muerto, que también dejaba correr sus sueños: rojos como las manzanas, llorando las lágrimas más tiernas que un dinosaurio pueda llorar.
- El hoyo grande que sea para Pedro, al viejo tírenlo al acantilado.
- Traigan al cura.
- Tapen el otro hoyo.
Y lo taparon, sin imaginarse que en tres meses lo tendrían que abrir de nuevo, para enterrar a la primera criatura muerta de soledad, culpable de dos crímenes y que aún tiesito conservaba la mirada de Salvador Dalí. La canción de cuna empezó de nuevo, dirigiendo un dulce vals entre las ramas del manzano.

Paulismo y Provocación


Hay bastante metafísica en no pensar en nada.

¿Qué pienso yo del mundo?
¡Qué sé yo lo que pienso del mundo!
Si enfermara pensaría en eso.

Alberto Caeiro


Hay siempre una recompensa fatídica por las delicias del deseo, pero para disfrutarla hay que asirse a las letras, no hay más allá de lo que se puede escribir, y si lo hay es parte de realidades que no todos comprenden, que se vuelven anécdotas. Una que sí se escribe: un hombre es conocido en los bares de una ciudad pero es desconocido de sí mismo, eso nos es raro, pensarán algunos, basta con frecuentarlos para ser conocido, pero alguien conocido por mucha gente cómo puede ser desconocido de sí mismo. Pensemos en esto ¿Qué sucedería si no corresponde a las dimensiones lógicas o sociales que marca la conducta?, pues toma el libro como pretexto para ser solo, ser de sombra, como alguna vez me dijo una princesa custodiada, que no era princesa y la resguardaban de un mundo que siempre ha sido el mismo. Entonces hay dos casos comunes en las sociedades: alguien que no puede salir de la cárcel que es el mundo (que aunque tenga las puertas abiertas son demasiado grandes y lo demasiado grande se esconde de la percepción), y alguien que no puede salir de la cárcel que es ella misma. En todo caso siempre existe la literatura para quedarnos solos, sin pesos morales ni segundas intensiones. Porque uno se llega a hartar su mundo y de su tiempo, que aunque les parezca raro no son lo mismo para todos. Entras a un bar de jóvenes promesas, promesas de que no serán más que nada, o más que lo mismo, leer… no, tampoco basta (dice otro) ayer encontré en ese mismo bar a un tipo de lo más peculiar: tiene, tal vez, el tamaño y olor parecido a Pantagruel, y no soporta nada que lo haga pensar… tal vez así piensa, porque hay bastante metafísica en ello… piensa que piensa, ese es el problema y todo lo que hace es ser siempre la reafirmación de si mismo… ¿Nunca ha dejado de ser él?, bueno, en un sentido más, más... esquizoide… exacto, en el sentido más esquizoide ¿nunca ha podido dejar de ser él mismo?… No, creo que no conoce tanto como para ver más allá de sus narices o su facha, tiene la certeza de que ahí puede ser él, y nunca querría desasirse del mundo… ¿Y tampoco lee?... tal vez sí, pero me di cuenta en el lenguaje lo que es evidente, no puede llegar a ser nada de lo que nunca ha sido, pues ya sabes que siempre queremos ser lo que no somos, quien consigue ser lo que no es entonces ha entrado un poco más profundo al orbe paradójico… y quien se acerca más al símbolo, se desase de los amarres del mundo, prueba todo lo que nos ha sido dado y asiente la vida, es más valioso?... ¡qué sé yo lo que es más o menos!, existe y su existencia no refleja nada más que existir… ¡fluye!... no, creo que tampoco, no sabe porqué exactamente pero algunas personas no soportan lo banal de sus palabras, no provocan a pensar ni a sentir nada… ¿y que hizo él para llamar tu atención?... me sacó de un bar… (el tipo ríe impetuosamente) ¿Te lo merecías?... la verdad no creo que no, ni creo que sí, aprendí de varios tipos a asentir el mundo como es, mira, antes de utilizar su fuerza nunca hubiera podido pensar en él, el Hado pasa los sucesos para que uno piense, se piense a partir de otros, por eso como Bukowsky y Pessoa yo también admiro a los vagabundos, porque ser vagabundo es no ser el tonto de la muñeca rápida, ni propietario de un restaurante, ni empresario, ni el de la fila de las tortillas que piensa en las monedas que da de más, ser vagabundo es ver el mundo por el revés de su trama, como alguna vez dijo uno de la poesía… pero y a todo esto ¿cómo se llamaba el tiposimio?... creo que Pepito… ¿el de los chistes?... exacto, pepito el de los chistes… yo creo que estás molesto por que sacó del bar… ¡claro que si! Y encima de todo sus iguales vitorearon mi salida, me paré en la puerta y grité que estaba harto del prostíbulo de reafirmaciones sociales al que todos dan su cuota, pero siempre se me olvidan esas cosas y tomo un libro o regreso al campo o cierro la casa, enciendo la liada, termino diciendo las verdades que la literatura, los excesos, las mujeres y los viajes me han otorgado… tienes un problema de tipo moral-social y sé exactamente cual es la solución … pues dímela, anda… ya no vayas a los bares … ¡Ja! ¡Im-po-si-ble! No hay otro lado en el que pueda usar las entrelíneas que tanto me divierten, o hablar de lo que sólo se habla en supercorto, ¿te la sabes?, ¿quien la mueve? ¿lees?, ¿viajas?, ¿nos vamos bonita?, y reírse cuando dicen él es esto o lo otro, cuando tratan de definir lo que ni siquiera conciben en espacio y forma. La verdad, el pecado de la idea y del tiempo no me sabe si no es de noche, entre humo y miradas ajenas… yo también admiro a los vagabundos.


“Desde niño fui propenso a crear a mi alrededor un mundo ficticio, a rodearme de amigos y conocidos que nunca existieron. (No sé, entendámonos, si no existieron o si soy yo el que no existe. En estas cosas, como en todas no debemos ser dogmáticos.)”
[1]


¿Pretexto para qué? (repito extrañando un ámbar) para ser sólo y ser de sombra, porque cada vez es más difícil estar solo y más fácil sentirlo. Un día no tenía nada que hacer y tomé un libro del estante de un amigo marino, traía en su prólogo los versos del epígrafe, y detrás del nombre había otro: Fernando Pessoa, y en él o de él, otros tantos como Alberto Caeiro, Álvaro de Campos, Ricardo Reis, un siempre perdido Bernardo, hasta una jorobada que no tiene el derecho a morir de amor. Todos estos son heterónimos de un poeta, que si no es uno entonces son de los poetas. Más claro, Pessoa es el poeta portugués que dice no ser poeta y portugués sólo porque nació ahí, es todos en uno mismo, persona o máscara de realidades, naturalista o irascible impasible de la sociedad atiborrada de cánones
[2]. Entabla un relación nunca antes vista con el lenguaje (ahora ya común que utiliza Milán y utilizó Sabines… y Sabina… exacto), es el parte aguas de un cinismo culto que no tenía vida propia, si no propias, atendía a los tiempos y maestros que él mismo era. Encima de entender que no para todos pasa igual el tiempo, en plural los atraía hacia sí y era la otredad la que expresaba de manera pura las condiciones humanas, con nombre, cierto, pero atento siempre a lo que pasaba en la Tierra y en las letras; vil, mezquino, santo, puro, maestro, inteligente, decadente, tonto que no quiere pensar en nada, sabio que asiente el mundo, ruin, noble y figura. Todo eso era… existía pues (perdón Fernando)… por ello no tiene biografía, era en sí mismo todas las biografías que era, es decir, su fuerza radicaba en vivir del mundo y de él hablar por sí mismo, en las muchas condiciones que este tiene para el hombre, sin creer en Dios pero insinuando al Hado como divinidad. Era un poeta que no necesitaba ser difícil a la manera de los místicos, sino llano en sus imágenes y claro en la sensación que de ellas provenían, un fragmento:


Soy bajo, vil, como toda la gente,
No tengo ideales mas no los tiene nadie.
Quien dice que los tiene es como yo: pero miente.
Quien dice que los busca es porque no los tiene.

Álvaro de Campos

¿Me van entendiendo? Era un tipo que devoraba sensaciones sin creer fervientemente en nada, el mundo de su alrededor decía, “mira ahí va el poeta decadente o sensacionista”, vulgar para algunos, pero él seguía siendo un desconocido de sí mismo, un indisciplinador de almas que amaba más que el mundo el verbo crear, convencido de que lo único que queda es existir, trastocado por otro verbo aún más difícil de cargar: provocar.

Entonces creó su propio Ismo, el paulismo, que es una segunda intención del simbolismo, sutil y desasida de cánones, donde se concibe el símbolo en él mismo y no a partir de la percepción, ejemplo claro lo encontramos en La hora del Diablo del F. Pessoa, ortónimo.

Recordemos un principio que por este poeta se hizo aún más verdadero. “Los escritores no tienen biografía”
[3], lo dice Paz ante la inminencia de la obra sobre la vida, lo dijo Tabucchi, recordando a J. do Prado Coelho, “Pessoa… inventó las biografías para las obras y no las obras para las biografías.”[4] Hace una visión multitudinaria hacia los sentidos. Pessoa, que significa persona en portugués y máscara de los actores romanos, arrastra en su etimología una identidad sobre otra, compartiendo una misma realidad que no es más que todas las realidades del mundo, o ninguna. Para la biografía del mito-poeta no hay nada más simple, dice Alberto Caeiro[5], Dos fechas –nacimiento y muerte - / Entre una y otra todos los días son míos.



LISBON REVISITED
(1923)

NO, NO QUIERO NADA.
Ya dije que no quiero nada.

¡No me vengan con conclusiones!
La única conclusión es la muerte.

¡No me traigan estéticas!
¡No me hablen de moral!

¡Quítenme de aquí la metafísica!
No me enumeren sistemas completos, ni me presenten conquistas
¡de las ciencias (¡de las ciencias, Dios mío, de las ciencias!),
de las ciencias, de las artes, de la civilización moderna!

¿Qué mal hice yo a todos los dioses?

Si tienen la verdad, ¡guárdensela!

Soy un técnico, pero tengo técnica sólo de la técnica.
Aparte de eso estoy loco, con todo el derecho a estarlo.
¿Me habéis oído? ¡Con todo el derecho a estarlo!

¡No me den lata por el amor de Dios!

¿Me querrían casado, fútil, cotidiano y tributante?
¿Me querrían lo contrario de todo eso, lo contrario de cualquier cosa?
Si yo fuera otra persona, les haría, a todos, su voluntad.
Así, como soy, ¡téngame paciencia!
¡Idos al diablo sin mí,
o dejadme que me vaya solitario al diablo!
¿Por qué habríamos de irnos juntos?

¡No me tomen del brazo!
No me gusta que me tomen del brazo. Quiero irme solitario.
¡Ya he dicho que soy un solitario!
¡Ah, qué fastidio que quieran que yo sirva de compañía!

¡Oh, cielo azul −el mismo de mi infancia−,
eterna verdad, vacía y perfecta!
¡Oh suave Tajo ancestral y mudo,
pequeña verdad en la que el cielo se refleja!
¡Oh pena vuelta a ver, Lisboa tan anterior a hoy!
Nada me das, nada me quitas, nada eres de lo que yo me sintiera.

¡Déjenme en paz! No me tardo, que yo nunca me tardo…
Y mientras tarda el Abismo o el Silencio, ¡quiero quedarme solo!
[6]

Álvaro de Campos


Todo nos ha sido dado, desde lo más vil hasta lo más tierno. Lo que se escribió y lo que será escrito nos tiende los puentes hacia la verdad, tal vez vacua e inocua, tal vez la única respuesta, pero Fernando Pessoa por lo mientras nos ha dicho: ¡miren también ahí hay realidad!, no volteen, ese ahí que digo es este aquí que existo, que existes.
Él no sabe si es más o menos que la piedra, porque ni siquiera sabe qué es más y menos. Tiene forma y existe, hablar del Ser es una idea y las cosas son las cosas en sí mismas, no hay nada entre las cosas y el Hombre, es, según Caeiro, sólo la necedad de jerarquizarlo todo, no hay nada oculto, si lo hubiera alguien debería asegurarlo, alguien que sepa qué es eso del sentido oculto del universo o (y eso lo digo yo) dónde carajos lo esconden.

Hasta el próximo bocado.

[1] Fernando Pessoa hablando sobre el origen de sus heterónimos
[2] Fernando Antonio Nogueira Pessoa nace en Lisboa el 13 de junio de 1888. Muere el 30 de noviembre de 1935.
[3] Prólogo a Fernando Pessoa. Antología, Laia Literatura, Barcelona, 1985.
[4] Prólogo a Fernando Pessoa: Uno y Muchos, Alianza Edit., Madrid, 1997.
[5] Heterónimo de Fernando Pessoa, según Paz y algunos críticos, es el sol en el que giran todos los demás heterónimos, incluyendo a Pessoa, que resulta ser un ortónimo de sí mismo.
[6] Fernando Pessoa, Drama en gente, Antología, Francisco Cervantes, traductor. Fondo de Cultura Económica, México DF, 2002.