Hay bastante metafísica en no pensar en nada.
¿Qué pienso yo del mundo?
¡Qué sé yo lo que pienso del mundo!
Si enfermara pensaría en eso.
Alberto Caeiro
Hay siempre una recompensa fatídica por las delicias del deseo, pero para disfrutarla hay que asirse a las letras, no hay más allá de lo que se puede escribir, y si lo hay es parte de realidades que no todos comprenden, que se vuelven anécdotas. Una que sí se escribe: un hombre es conocido en los bares de una ciudad pero es desconocido de sí mismo, eso nos es raro, pensarán algunos, basta con frecuentarlos para ser conocido, pero alguien conocido por mucha gente cómo puede ser desconocido de sí mismo. Pensemos en esto ¿Qué sucedería si no corresponde a las dimensiones lógicas o sociales que marca la conducta?, pues toma el libro como pretexto para ser solo, ser de sombra, como alguna vez me dijo una princesa custodiada, que no era princesa y la resguardaban de un mundo que siempre ha sido el mismo. Entonces hay dos casos comunes en las sociedades: alguien que no puede salir de la cárcel que es el mundo (que aunque tenga las puertas abiertas son demasiado grandes y lo demasiado grande se esconde de la percepción), y alguien que no puede salir de la cárcel que es ella misma. En todo caso siempre existe la literatura para quedarnos solos, sin pesos morales ni segundas intensiones. Porque uno se llega a hartar su mundo y de su tiempo, que aunque les parezca raro no son lo mismo para todos. Entras a un bar de jóvenes promesas, promesas de que no serán más que nada, o más que lo mismo, leer… no, tampoco basta (dice otro) ayer encontré en ese mismo bar a un tipo de lo más peculiar: tiene, tal vez, el tamaño y olor parecido a Pantagruel, y no soporta nada que lo haga pensar… tal vez así piensa, porque hay bastante metafísica en ello… piensa que piensa, ese es el problema y todo lo que hace es ser siempre la reafirmación de si mismo… ¿Nunca ha dejado de ser él?, bueno, en un sentido más, más... esquizoide… exacto, en el sentido más esquizoide ¿nunca ha podido dejar de ser él mismo?… No, creo que no conoce tanto como para ver más allá de sus narices o su facha, tiene la certeza de que ahí puede ser él, y nunca querría desasirse del mundo… ¿Y tampoco lee?... tal vez sí, pero me di cuenta en el lenguaje lo que es evidente, no puede llegar a ser nada de lo que nunca ha sido, pues ya sabes que siempre queremos ser lo que no somos, quien consigue ser lo que no es entonces ha entrado un poco más profundo al orbe paradójico… y quien se acerca más al símbolo, se desase de los amarres del mundo, prueba todo lo que nos ha sido dado y asiente la vida, es más valioso?... ¡qué sé yo lo que es más o menos!, existe y su existencia no refleja nada más que existir… ¡fluye!... no, creo que tampoco, no sabe porqué exactamente pero algunas personas no soportan lo banal de sus palabras, no provocan a pensar ni a sentir nada… ¿y que hizo él para llamar tu atención?... me sacó de un bar… (el tipo ríe impetuosamente) ¿Te lo merecías?... la verdad no creo que no, ni creo que sí, aprendí de varios tipos a asentir el mundo como es, mira, antes de utilizar su fuerza nunca hubiera podido pensar en él, el Hado pasa los sucesos para que uno piense, se piense a partir de otros, por eso como Bukowsky y Pessoa yo también admiro a los vagabundos, porque ser vagabundo es no ser el tonto de la muñeca rápida, ni propietario de un restaurante, ni empresario, ni el de la fila de las tortillas que piensa en las monedas que da de más, ser vagabundo es ver el mundo por el revés de su trama, como alguna vez dijo uno de la poesía… pero y a todo esto ¿cómo se llamaba el tiposimio?... creo que Pepito… ¿el de los chistes?... exacto, pepito el de los chistes… yo creo que estás molesto por que sacó del bar… ¡claro que si! Y encima de todo sus iguales vitorearon mi salida, me paré en la puerta y grité que estaba harto del prostíbulo de reafirmaciones sociales al que todos dan su cuota, pero siempre se me olvidan esas cosas y tomo un libro o regreso al campo o cierro la casa, enciendo la liada, termino diciendo las verdades que la literatura, los excesos, las mujeres y los viajes me han otorgado… tienes un problema de tipo moral-social y sé exactamente cual es la solución … pues dímela, anda… ya no vayas a los bares … ¡Ja! ¡Im-po-si-ble! No hay otro lado en el que pueda usar las entrelíneas que tanto me divierten, o hablar de lo que sólo se habla en supercorto, ¿te la sabes?, ¿quien la mueve? ¿lees?, ¿viajas?, ¿nos vamos bonita?, y reírse cuando dicen él es esto o lo otro, cuando tratan de definir lo que ni siquiera conciben en espacio y forma. La verdad, el pecado de la idea y del tiempo no me sabe si no es de noche, entre humo y miradas ajenas… yo también admiro a los vagabundos.
“Desde niño fui propenso a crear a mi alrededor un mundo ficticio, a rodearme de amigos y conocidos que nunca existieron. (No sé, entendámonos, si no existieron o si soy yo el que no existe. En estas cosas, como en todas no debemos ser dogmáticos.)”[1]
¿Pretexto para qué? (repito extrañando un ámbar) para ser sólo y ser de sombra, porque cada vez es más difícil estar solo y más fácil sentirlo. Un día no tenía nada que hacer y tomé un libro del estante de un amigo marino, traía en su prólogo los versos del epígrafe, y detrás del nombre había otro: Fernando Pessoa, y en él o de él, otros tantos como Alberto Caeiro, Álvaro de Campos, Ricardo Reis, un siempre perdido Bernardo, hasta una jorobada que no tiene el derecho a morir de amor. Todos estos son heterónimos de un poeta, que si no es uno entonces son de los poetas. Más claro, Pessoa es el poeta portugués que dice no ser poeta y portugués sólo porque nació ahí, es todos en uno mismo, persona o máscara de realidades, naturalista o irascible impasible de la sociedad atiborrada de cánones[2]. Entabla un relación nunca antes vista con el lenguaje (ahora ya común que utiliza Milán y utilizó Sabines… y Sabina… exacto), es el parte aguas de un cinismo culto que no tenía vida propia, si no propias, atendía a los tiempos y maestros que él mismo era. Encima de entender que no para todos pasa igual el tiempo, en plural los atraía hacia sí y era la otredad la que expresaba de manera pura las condiciones humanas, con nombre, cierto, pero atento siempre a lo que pasaba en la Tierra y en las letras; vil, mezquino, santo, puro, maestro, inteligente, decadente, tonto que no quiere pensar en nada, sabio que asiente el mundo, ruin, noble y figura. Todo eso era… existía pues (perdón Fernando)… por ello no tiene biografía, era en sí mismo todas las biografías que era, es decir, su fuerza radicaba en vivir del mundo y de él hablar por sí mismo, en las muchas condiciones que este tiene para el hombre, sin creer en Dios pero insinuando al Hado como divinidad. Era un poeta que no necesitaba ser difícil a la manera de los místicos, sino llano en sus imágenes y claro en la sensación que de ellas provenían, un fragmento:
Soy bajo, vil, como toda la gente,
No tengo ideales mas no los tiene nadie.
Quien dice que los tiene es como yo: pero miente.
Quien dice que los busca es porque no los tiene.
Álvaro de Campos
¿Me van entendiendo? Era un tipo que devoraba sensaciones sin creer fervientemente en nada, el mundo de su alrededor decía, “mira ahí va el poeta decadente o sensacionista”, vulgar para algunos, pero él seguía siendo un desconocido de sí mismo, un indisciplinador de almas que amaba más que el mundo el verbo crear, convencido de que lo único que queda es existir, trastocado por otro verbo aún más difícil de cargar: provocar.
Entonces creó su propio Ismo, el paulismo, que es una segunda intención del simbolismo, sutil y desasida de cánones, donde se concibe el símbolo en él mismo y no a partir de la percepción, ejemplo claro lo encontramos en La hora del Diablo del F. Pessoa, ortónimo.
Recordemos un principio que por este poeta se hizo aún más verdadero. “Los escritores no tienen biografía”[3], lo dice Paz ante la inminencia de la obra sobre la vida, lo dijo Tabucchi, recordando a J. do Prado Coelho, “Pessoa… inventó las biografías para las obras y no las obras para las biografías.”[4] Hace una visión multitudinaria hacia los sentidos. Pessoa, que significa persona en portugués y máscara de los actores romanos, arrastra en su etimología una identidad sobre otra, compartiendo una misma realidad que no es más que todas las realidades del mundo, o ninguna. Para la biografía del mito-poeta no hay nada más simple, dice Alberto Caeiro[5], Dos fechas –nacimiento y muerte - / Entre una y otra todos los días son míos.
LISBON REVISITED
(1923)
NO, NO QUIERO NADA.
Ya dije que no quiero nada.
¡No me vengan con conclusiones!
La única conclusión es la muerte.
¡No me traigan estéticas!
¡No me hablen de moral!
¡Quítenme de aquí la metafísica!
No me enumeren sistemas completos, ni me presenten conquistas
¡de las ciencias (¡de las ciencias, Dios mío, de las ciencias!),
de las ciencias, de las artes, de la civilización moderna!
¿Qué mal hice yo a todos los dioses?
Si tienen la verdad, ¡guárdensela!
Soy un técnico, pero tengo técnica sólo de la técnica.
Aparte de eso estoy loco, con todo el derecho a estarlo.
¿Me habéis oído? ¡Con todo el derecho a estarlo!
¡No me den lata por el amor de Dios!
¿Me querrían casado, fútil, cotidiano y tributante?
¿Me querrían lo contrario de todo eso, lo contrario de cualquier cosa?
Si yo fuera otra persona, les haría, a todos, su voluntad.
Así, como soy, ¡téngame paciencia!
¡Idos al diablo sin mí,
o dejadme que me vaya solitario al diablo!
¿Por qué habríamos de irnos juntos?
¡No me tomen del brazo!
No me gusta que me tomen del brazo. Quiero irme solitario.
¡Ya he dicho que soy un solitario!
¡Ah, qué fastidio que quieran que yo sirva de compañía!
¡Oh, cielo azul −el mismo de mi infancia−,
eterna verdad, vacía y perfecta!
¡Oh suave Tajo ancestral y mudo,
pequeña verdad en la que el cielo se refleja!
¡Oh pena vuelta a ver, Lisboa tan anterior a hoy!
Nada me das, nada me quitas, nada eres de lo que yo me sintiera.
¡Déjenme en paz! No me tardo, que yo nunca me tardo…
Y mientras tarda el Abismo o el Silencio, ¡quiero quedarme solo![6]
Álvaro de Campos
Todo nos ha sido dado, desde lo más vil hasta lo más tierno. Lo que se escribió y lo que será escrito nos tiende los puentes hacia la verdad, tal vez vacua e inocua, tal vez la única respuesta, pero Fernando Pessoa por lo mientras nos ha dicho: ¡miren también ahí hay realidad!, no volteen, ese ahí que digo es este aquí que existo, que existes.
Él no sabe si es más o menos que la piedra, porque ni siquiera sabe qué es más y menos. Tiene forma y existe, hablar del Ser es una idea y las cosas son las cosas en sí mismas, no hay nada entre las cosas y el Hombre, es, según Caeiro, sólo la necedad de jerarquizarlo todo, no hay nada oculto, si lo hubiera alguien debería asegurarlo, alguien que sepa qué es eso del sentido oculto del universo o (y eso lo digo yo) dónde carajos lo esconden.
Hasta el próximo bocado.
[1] Fernando Pessoa hablando sobre el origen de sus heterónimos
[2] Fernando Antonio Nogueira Pessoa nace en Lisboa el 13 de junio de 1888. Muere el 30 de noviembre de 1935.
[3] Prólogo a Fernando Pessoa. Antología, Laia Literatura, Barcelona, 1985.
[4] Prólogo a Fernando Pessoa: Uno y Muchos, Alianza Edit., Madrid, 1997.
[5] Heterónimo de Fernando Pessoa, según Paz y algunos críticos, es el sol en el que giran todos los demás heterónimos, incluyendo a Pessoa, que resulta ser un ortónimo de sí mismo.
[6] Fernando Pessoa, Drama en gente, Antología, Francisco Cervantes, traductor. Fondo de Cultura Económica, México DF, 2002.
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