domingo, 11 de febrero de 2007

Oír

El llanto de niño es la primera vez, si es que lloras, que te escuchan. El doctor dijo a mi madre, su hijo esta sano, mi madre escuchaba atenta los latidos de mi corazón contra su pecho. Mi respiración pura y alejada de tanta mierda que después oiría. Escuchamos juntos las risas y las glorias por un nuevo ser, recomendaciones, saludos despedidas, una y otra vez despedidas y saludos hasta que en un momento cualquiera, nos dejamos de escuchar, como todo el mundo alguna vez, nos dedicamos a oír.

El claxon de los autos, un grito de te amo, unas ganas inmensas de poder quedarte sordo a complacencia, un te odio, un choque, gritos, insultos, niñerías, mentiras, el roce de la piel en las sábanas, los gemidos de amor a media noche, los llantos, las mentiras, las verdades, mi padre yéndose sin irse, el eco del llanto en la garganta que no abre, las mentiras, una verdad que compensa la vida. Un ruido sin pies ni cabeza que traes metido en tus recuerdos oníricos, el alma que regresa a tierra, a espacio, volteas cuando dicen tu nombre.

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